18 Dec 2022
Posibles escenarios ante una crisis política que se agrava
Perú se encuentra inmersa en un terremoto político tras el intento de golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo y su inmediata detención. La vicepresidenta, Dina Boluarte, tomó posesión como Jefa de Estado el pasado 7 de diciembre pero todo apunta a que su mandato será muy breve, al no contar con apenas apoyos en un Congreso extremadamente fraccionado y de mayoría conservadora.
Tampoco cuenta con el respaldo ciudadano, que en el momento de redacción de estas líneas continúa protestando en las calles. Es muy difícil prever cómo evolucionará la situación política a la vista de la inestabilidad que ha caracterizado el último sexenio. Actualmente se barajan varios escenarios. En primer lugar, que Boluarte no logra restablecer el orden en las calles y se vea forzada a dimitir en cuestión de días. Los manifestantes exigen que la mandataria convoque elecciones anticipadas, pero para ello necesita contar con el apoyo de 87 de los 130 congresistas, lo cual no es sencillo. En una primera votación, el pasado 16 de diciembre, la propuesta se rechazó. El Legislativo volverá a votar este martes 20 de diciembre. En caso de un nuevo rechazo y si las protestas no remiten, las posibilidades de que la presidenta presente su dimisión aumentan. Si esto ocurre, el presidente del Congreso, José Williams, tendría que asumir la jefatura del Estado y convocar elecciones “de inmediato”. Otra opción, si Boluarte no cuenta con el apoyo del Congreso para adelantar las elecciones, es que solicite a la cámara convocar un referéndum para que sea la población la que tome la decisión. En este caso los votos necesarios bajan a 66, una cifra más asequible pero tampoco garantizada. Por último, un tercer escenario sería que se aprueba la convocatoria de elecciones anticipadas, posiblemente para finales del año que viene, y con ello se calman las protestas. Este caso tampoco garantiza la estabilidad, puesto que lo más probable es que Boluarte no logre permanecer en el cargo hasta entonces. No olvidemos que desde 2016 el presidente que más tiempo ha estado en el poder (Martin Vizcarra) apenas llego a los dos años y medio. Incluso si logra mantenerse en el cargo, será un gobierno meramente de transición, que no aprobará ninguna reforma de calado. Todo apunta a que Perú va a continuar con problemas de gobernabilidad durante bastante tiempo. No parece realista pensar que unas nuevas elecciones solucionarán los problemas de un sistema político que ya está totalmente desacreditado y quebrantado.
│Impacto en la economía
En los últimos días las manifestaciones se han intensificado, con actos vandálicos y violentos y la toma de carreteras y caminos. Algunos protestan en apoyo de Castillo, mientras que otros piden nuevas elecciones generales, la disolución del Congreso e incluso la creación de una nueva asamblea constituyente. En el momento de redacción de estas líneas ya han fallecido 25 personas. El ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, estima que el impacto económico de las revueltas asciende a 100 millones de soles diarios (26 mill.$) debido a la paralización de actividades económicas en, al menos, diez regiones del país. El FMI en octubre estimaba que la economía se desaceleraría hasta un 2,7% este año, tras el fuerte repunte de 2021 (13,5%), a medida que las condiciones externas se tornasen más restrictivas y que se retirasen las políticas de estímulo ligadas al covid. El impacto de las actuales revueltas en la tasa de crecimiento dependerá evidentemente de cuanto se alargue el conflicto, pues si tiene una corta duración solo tendría un impacto acotado. En cualquier caso, mirando a más largo plazo, mientras no se reestablezca la estabilidad política y se logre formar un gobierno con capacidad real de aprobar las medidas estructurales que necesita el país, Perú continuará registrando un crecimiento por debajo de su potencial e incapaz de canalizar las demandas sociales. La teoría de que en Perú la economía parece circular por un carril distinto de la política comienza a hacer aguas. Todos estos años de inestabilidad política y de deterioro institucional acabarán haciendo mella en una economía que cada vez es menos competitiva, menos productiva y menos atractiva para los inversores extranjeros.