19 Sep 2021
Consecuencias de la victoria talibán (parte II)
La caída de Afganistán en manos de los talibanes no solo es una derrota diplomática de Washington en su rivalidad con China como relatábamos la semana pasada, también supone un impacto notable en las relaciones con sus países vecinos. Pakistán ocupa una posición clave en el futuro del país.
Tiene una relación única con Afganistán ya que comparten una frontera de 2.570 km, son socios comerciales importantes y existen numerosas conexiones culturales, étnicas y religiosas. De hecho los talibanes, que literalmente quiere decir estudiantes en pastún, tienen su origen en las madrasas o escuelas islámicas pakistaníes que acogieron el éxodo de niños refugiados de la ocupación soviética y la guerra civil que devastó al país en los años 80 y 90. No es de extrañar, pues, que Pakistán sea visto como un socio ambivalente en la lucha contra el yihadismo y haya sido acusado frecuentemente de brindar apoyo a los talibanes, algo que Islamabad niega. En cualquier caso las relaciones de Pakistán con la nueva administración de la Casa Blanca no pasan por un buen momento. Joe Biden parece asumir la tesis de que Pakistán simplemente finge ser un aliado y se ha negado incluso a llamar al primer ministro Khan desde que asumió la presidencia. Lo cierto es que Pakistán sí tiene un gran interés en garantizar que el nuevo gobierno de Kabul tome medidas enérgicas contra grupos como Al Qaeda y la rama local del Estado Islámico y amortigüe en lo posible la ola de refugiados en sus fronteras. Pakistán está pues en una situación muy difícil: necesita colaborar con el gobierno talibán pero deberá medir con mucha cautela ante los ojos occidentales el grado de apoyo que ejerce y los resultados que obtiene, ya que en estos momentos tiene una delicada situación financiera que depende en gran medida del apoyo del FMI, donde el peso de Washington es muy importante.